miércoles, 25 de septiembre de 2013

Los peregrinos de Emaús


Rembrandt Harmensz van Rijn. Los peregrinos de Emaús.
El artista concibió esta composición sobre el principio de que los personajes, excepto Cristo, eran mortales, hombres del pueblo; en tal sentido, su obra muestra un paralelismo evidente con la de Caravaggio. Por ello, el escenario y los tipos son de una simplicidad extraída de la vida cotidiana. Ello constituye un rompimiento con la tradición iconográfica que no sería comprendido y valorado plenamente hasta el romanticismo. Con un empaste ligero que permite abundantes transparencias de la capa de imprimación consigue Rembrandt crear una atmósfera difusa e íntima, con el único propósito de conceder a la figura de Cristo el carácter de aparición misteriosa y momentánea.

Muchas veces hemos oído hablar de la luz en Rembrandt, un uso de la luz muy característico que en momentos y zonas de sus cuadros parece alejarse de la realidad para adquirir un carácter místico (lo vemos aquí, lo vemos en ese personaje femenino que aparece en Ronda de noche…).
La historia es así:

La cena de Jesús con los discípulos de Emaús tuvo lugar después de la resurrección de Cristo. San Lucas en su Evangelio hace un relato simpático del encuentro de Jesús con dos de sus discípulos. El evangelista cuenta la historia de la siguiente manera: Aquel mismo día, dos de ellos iban de camino hacia una aldea llamada Emaús, que dista de Jerusalén sesenta estadios. Iban comentando entre sí todos estos sucesos Mientras ellos comentaban e investigaban, Jesús se les acercó y caminaba con ellos (Lc 24,13-15). Él les preguntó: ¿Qué cuestiones son ésas que venís discutiendo entre vosotros por el camino? (Lc 24,17). Lo de Jesús Nazareno (...) un profeta poderoso en obras y en palabras ante Dios y ante todo el pueblo; y cómo nuestros pontífices y jefes lo entregaron a la pena de muerte y lo crucificaron (Lc 24,19-20). Entonces Él les dijo (...): ¿Acaso no era necesario que el Cristo padeciera esas cosas para entrar en su gloria? Cuando llegaron a la aldea donde iban, Él hizo ademán de continuar su camino. Pero ellos le obligaron a quedarse diciendo: Quédate con nosotros que es tarde y el día se acabó ya. Y estando con ellos a la mesa, tomó el pan, recitó la bendición, lo partió y se lo dio. Por fin se les abrieron los ojos y le reconocieron. Pero Él desapareció de su vista (Lc 24,26-30).

1 comentario:

olhodopombo dijo...

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